domingo, 16 de abril de 2023

¿Qué es la inteligencia artificial?


 por Marina Acebes

La inteligencia artificial promete ser una revolución tecnológica. Empezó a plantearse de forma técnica en los años cincuenta, y con el avance de la computación ha pasado a desarrollarse para muchos ámbitos. Herramientas como ChatGPT ya se usan de forma masiva, pero plantean riesgos

La inteligencia artificial (IA) es la capacidad de las máquinas de razonar, aprender o llevar a cabo tareas asociadas a la inteligencia humana gracias a los datos introducidos que almacenan. El concepto viene de la ciencia de la computación y funciona gracias a algoritmos y programas informáticos. Distintas potencias globales y empresas están en una carrera por desarrollar la IA para aplicarla en el ámbito militar, académico, económico o diplomático. Sin embargo, las oportunidades de herramientas como ChatGPT han llevado a cuestionar la falta de protección de datos y los usos con sesgos perjudiciales o para desinformar.

Simular la inteligencia humana

La inteligencia artificial empezó a plantearse de forma técnica con el matemático británico Alan Turing, padre de la computación moderna. Turing propuso en 1950 una prueba para distinguir el lenguaje humano del generado por una máquina. En 1956, el informático estadounidense John McCarthy introdujo una definición técnica: “Es la ciencia e ingeniería de crear máquinas inteligentes, en especial programas informáticos inteligentes. Está relacionada con la tarea similar de utilizar ordenadores para comprender la inteligencia humana, pero la IA no tiene por qué limitarse a métodos biológicamente observables”.

Con el desarrollo de la computación, la IA se ha extendido a la capacidad de las máquinas para simular el aprendizaje y razonamiento humano para llevar a cabo tareas específicas. Esto es posible gracias a los datos que almacena a través de patrones y algoritmos que los mejoran cuando recopila más información. Existen dos tipos de IA según su objetivo: la IA débil, que realiza actividades específicas, como los asistentes de los móviles, y la IA fuerte, que busca equiparar la inteligencia de las máquinas a la humana (inteligencia general artificial) e incluso más allá (súper inteligencia artificial). El aprendizaje de las máquinas puede ser automático, mediante intervención humana, o profundo, capaz de realizar sus propias conexiones.

La geopolítica de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial también es motivo de disputa entre empresas y países por beneficios económicos y ventajas en ámbitos como la seguridad nacional. Estados Unidos cuenta con estrategias como AI Next, de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, y la Ley de Iniciativa Nacional de IA de 2020, que llevó a crear el Grupo de Trabajo Nacional de Recursos de Investigación de IA. Algunas empresas colaboran con Gobiernos, como HP con la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense. Por su parte, China ha desarrollado la estrategia Made in China 2025 para su industria tecnológica y el plan para liderar en IA en 2030, mientras que la Unión Europea impulsa proyectos específicos.

También se ha avanzado en IA para el ámbito militar. Los drones o armas autónomas pueden llevar a una nueva concepción de la guerra con más daños y menos bajas. En la guerra actual, Ucrania la está usando para almacenar datos por si sus ministerios son destruidos y para detectar al enemigo con ayuda de los ciudadanos, mientras que Rusia lo hace para difundir desinformación. La IA también permite mejorar la seguridad, ayudando a identificar sospechosos, creando simulaciones de formación militar o aumentando la precisión del armamento. Asimismo, supondrá un avance en la diplomacia, porque permitirá realizar conversaciones con discursos generados en tiempo real o plantear diferentes escenarios de negociación.

Oportunidades, sesgos y desinformación

De forma más cotidiana, la inteligencia artificial puede usarse para realizar recomendaciones personalizadas, hacer traducciones o incluir subtítulos automáticos en vídeos. A mayor escala, también para desarrollar vehículos autónomos, mejorar los diagnósticos médicos o detectar desastres naturales. No obstante, muchas IA se nutren de información de los usuarios, lo que podría chocar con leyes de protección de datos como las europeas. Asimismo, como las IA son elaboradas por humanos, en algunos casos su aplicación ha incorporado sesgos machistas o racistas.

El éxito reciente de ChatGPT, desarrollado por la empresa OpenAI, se ha planteado como el inicio de la revolución tecnológica de la IA. Este chatbot responde a preguntas de forma directa para encontrar información relevante, traducir textos o programar, entre muchas otras posibilidades. Su uso masivo ha planteado críticas y oportunidades en la educación, riesgos sobre la privacidad y la posibilidad de que las máquinas sustituyan el trabajo de los humanos. Otro problema es la desinformación. Ya se han viralizado imágenes falsas de la detención de Donald Trump, del papa con un estilo moderno o Vladímir Putin arrodillado ante Xi Jinping, creadas con programas como Dall-E. También vídeos como una entrevista falsa de Bill Gates, que se verán cada vez más reales.

¿A quién pertenece un barco hundido?

 Publicado el 10 septiembre 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Luis Jiménez Dávila nos ha preguntado a través del formulario de EOM explica sobre la compleja situación que se genera cuando se encuentran barcos hundidos en aguas internacionales, y en qué se diferencia eso de encontrarlos en el mar territorial de un Estado.

En los casos de los barcos hundidos o pecios, discernir a quién pertenecen puede ser una tarea complicada. Teniendo en cuenta que, dependiendo del valor que se estime que tengan, los interesados en reclamar el barco pueden ser muchos, es difícil establecer un solo propietario. Tampoco hay una legislación internacional clara al respecto.

Es cierto que hay diferencias entre los navíos encontrados en aguas internacionales y los que se encuentran en el mar territorial de un Estado concreto. Así pues, los países son instados a cooperar para mantener el patrimonio que se encuentra en las aguas tal y como se recoge en la Convención de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático (2001). En este sentido, los objetos arqueológicos encontrados en alta mar pertenecen a la humanidad en su conjunto, si bien se reconoce que el Estado de origen puede tener cierta prioridad, como se regula en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982), también llamada Convemar. Estos privilegios se traducen en derechos de coordinación de las labores de cuidado del pecio.

Sin embargo, cuando estos son encontrados en el mar territorial, el Estado ribereño es el que debe responsabilizarse de su extracción —si es que se opta por extraerlo— y de cualquier otra medida a tomar. Esto quiere decir que si otra persona o entidad se encarga de sacar lo hallado por su cuenta, puede incurrir en una ilegalidad. Aun así, deberá notificar a aquellos Estados a los que pertenezca el barco en cuestión, o que puedan tener un especial interés en ellos.

Sin embargo, ninguna de las dos convenciones mencionadas regula nada acerca de la propiedad de los barcos hundidos. En principio, independientemente de cuántos años hayan pasado, el país del que es nacional el barco puede reclamarlo. Para ello, cualquier nación puede invocar la inmunidad soberana de sus barcos estatales naufragados y, por tanto, que estos les pertenecen por no poderse someter a jurisdicción ajena. Este ha sido el argumento empleado en casos como el del barco Nuestra Señora de las Mercedes, que fue rescatado frente a las costas de Gibraltar por una empresa dedicada a la extracción de tesoros.

Ahora bien, en el caso de que este se encuentre en el mar territorial de algún otro Estado se vuelve más complicado. En el caso español, por ejemplo, cualquier pecio encontrado en su mar territorial es automáticamente de su propiedad si lleva más de tres años hundido, independientemente de a qué país perteneciera antes

¿A quién pertenece un barco hundido?
Hundimiento del Titanic. Fuente: Willy Stöwer (Wikipedia)

Y entonces, ¿cómo subsisten los cazatesoros? Por un lado, no todo barco está sujeto a la protección de un Estado, dado que no se puede aplicar la inmunidad soberana a todos ellos —aquellos que se consideran abandonados no pueden ser reivindicados, por ejemplo—. Además, la convención de UNESCO solo se aplica a partir de los 100 años de antigüedad, lo que supone que aquellos barcos privados encontrados en aguas internacionales y naufragados hace menos de un siglo pueden ser presa de la acción de cazatesoros o de pillajes. Esto ha ocurrido en multitud de ocasiones en casos tan famosos como el Titanic.

En definitiva, si no hay un acuerdo bilateral entre aquel Estado en cuyas aguas se encuentra el pecio y aquel al que pertenece, se acudirá a los tribunales, que juzgarán qué entidad —ya sea una empresa privada o una nación— merece quedarse con los restos del barco en cuestión. Por lo general, esto acaba resultando en la nación a cuyo pabellón pertenece el navío o la empresa que lo ha descubierto.